En una gran cantidad de aspectos de la vida moderna, a los que las agendas no son ajenas, se ha establecido una especie de batalla entre los partidarios de la exclusividad electrónica frente a los que abogan por mantener el componente tangible y “físico” de los artículos que se supone tienen que hacernos más sencilla la existencia. Desde la antigüedad, los seres humanos han necesitado anotar en formato físico y manejable los diferentes acontecimientos importantes para sus vidas, ya fueran las fechas de los solsticios, el inicio de las temporadas de cosecha, la ubicación de diferentes emplazamientos o las fiestas “de guardar”.

Una de las grandes ventajas de confiar en las agendas “físicas”, combinadas obviamente con las posibilidades que ofrecen las nuevas herramientas digitales, descansan en el hecho de que nos aportan un soporte al que acudir en caso de que los “gremlins” de las nuevas tecnologías nos jueguen una mala pasada. Ahora mismo los usuarios tienen una gran variedad de ejemplos de agendas digitales eficaces y terriblemente útiles: Dispositivos con Android, Windows Phone, iOS, Pocket PC, Blackberry… sin embargo, la cualidad de elegancia, personalización y distinción que aportan los dispositivos “físicos” por encima de los digitales, en lo referente a las agendas, es otra ventaja que los convierte en elementos muy especiales. Hay empresas que se dedican a la personalización y elaboración individualizada, a medida del cliente, de este tipo de artículos. Es, por ejemplo, el caso de Agendas Pergapiel  que ofrece a los clientes una gran cantidad de opciones, ideales para regalos con un toque más que original.

Parece que las agendas digitales han estado presentes en los espacios de trabajo a nivel mundial toda la vida, pero lo cierto es que el primer ejemplo propiamente dicho de estas soluciones es el Atari Portfolio, que salió al mercado en el año 1989. El “abuelo” de las agendas contemporáneas disponía, entre otras aplicaciones, de procesador de texto, agenda, hoja de cálculo o calendario. Como dato curioso, si recuerdan la película Terminator 2: el juicio final, este equipo es utilizado por el joven John Connor (interpretado por Edward Furlong) para hackear un cajero automático.

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